sábado, 17 de mayo de 2014

Estoy en algo

Hoy compartiré mi punto de vista, sobre un tema que siempre me ha parecido incomodo; en realidad es una serie de temas que siempre aparecen juntos. El noviazgo, la fidelidad, el amor, etc. Supongo que ahora más que nunca, este blog se convierte en material de lectura privada, más intimista, hasta la ruborización de los capilares, cosa ridícula, sobra decirlo.

Conforme han pasado los años, ha cambiado tanto mi percepción sobre estos temas y de maneras tan torcidas que apenas tengo valor para teclear las palabras. Soy soltero de toda la vida, mi timidez y apatía siempre han jugado a favor de ello. En los primeros tiempos, ser soltero me deprimía terriblemente, me centraba en los porqués y por menores, y venía una cascada de menosprecio a mi persona, la lucha de los limites y las contradicciones; la rabia de tener una personalidad que me hacía sentir real y que al mismo tiempo condicionaba mis relaciones. Mis carencias afectivas, el miedo que desde niño experimenté a las mujeres atractivas, en aquel entonces niñas bonitas, aquel episodio de repulsión y violencia, que progresivamente fue reforzado con eventos similares. Una justificación muy larga. Estoy marcado, sin duda: no soy un galán, no conquisto, no soy romántico... temo a las mujeres que me atraen, me atraen las mujeres a quienes temo. Orgullosas, desdeñosas, culeras, mamonas, macabras, frías, amargadas, duras, rudas, bonitas, guapas, hermosas, inalcanzables. Fetiche por la personalidad.

La cosa es que llegué a un punto en el que la autocompasión por no tener novia, como los demás, terminó siéndome absurda. Hay una especie de contrato implícito en el noviazgo. De procurar estar cerca de la persona, a veces amada; de conocerla, de darle cariño y complacerla; de establecer rutinas que fortalezcan los vínculos afectivos, de pertenencia. La fidelidad implícita, el deber exclusivista. Entonces hay una verdad implícita; hay que estar enamorados para ser novios. Porque los enamorados no tienen ojos para otro que no sea el amado. Y me digo: si no estás enamorado, por qué diablos quieres novia. La respuesta es obvia: beneficios. Qué pinchi egoísta, querer algo y no a alguien, o buscar a un alguien que vaga en la superficialidad de las generalidades. Pero sí, me he enamorado, solo que no he sido correspondido, eso es todo.

Muchas veces el sexo también entra en este contrato social implícito, aunque claro; sexo se puede tener con cualquiera, sin apenas conocerlo. Yo no, no en mis cinco sentidos. Es la imposibilidad más clara en mis imposibilidades; conformada por, la timidez por el irremediable miedo a las atractivas, el asco a la galantería, el romance y la conquista, pero también al carácter macho, a la patanería, y es también la carencia afectiva, sumado a otro aspecto que olvidé mencionar, la repulsión hipsteresca por ser un remedo de hombre, por no ser autentico, y vivir repitiendo las mismas experiencias con diferentes personas. Pues así son las cosas... pero claro, comprar una noche con una prostituta es una salida asequible, y no, no estoy tan desesperado para arriesgarme así, a contraer enfermedades e infecciones por pura calentura. Por tanto, es casi ley para mí que, sexo únicamente con quien confió, que me atraiga y sobretodo, con quien he vencido mi robotica condición afectiva.

De la fidelidad. Yo no creo que se tenga que ser fiel por el compromiso con el ser amado o querido. Ser fiel no debe ser una responsabilidad, algo que tengas que cuidar y mucho menos cuidar que te sean fiel a ti. Hay que ser sinceros, en este mundo hay muchísima gente, y más de uno ha de movernos el tapete, pero si uno está enamorado, embobado, esa obsesión te mantiene fuera de la alfombra, flotando, y la posibilidad de caer por alguien más, se vuelve casi imposible. Y en este asunto del embobamiento manda el subconsciente, así que ni se esfuercen, está fuera de nuestro control.

Sin embargo me declaro fiel; fiel a la honestidad, fiel a la justicia y fiel a la empatía. Siempre decir las cosas como son o como crees que son (por lo menos), y actuar de acuerdo a lo que piensas, pero también reservarte de opiniones cuando sabes que no sabes. Dar lo mismo que recibes, dar poco más de lo que recibes, si es que en verdad así lo quieres, pero nunca dar más de lo que recibes. Ponerte en los zapatos del otro. Todo esto lo he aprendido a la mala. Son mis tres principios básicos. Suelen torcerse en crudeza, frivolidad y pasividad.

Estoy pensando que no deseo tener novia. Más que nada por la rutina. Pero a lo mejor me sienta inseguro en el futuro y necesite del contrato implícito que es el noviazgo, para quel compromiso asumido nos force a no hacernos daño, sobretodo para que los demás se den una idea del tipo de relación que tenemos. Pienso en eso de la seriedad de la relación. Una relación seria. Supongo que una no seria es cuando apenas nos estamos conociendo, o cuando nos conocemos pero sólo estamos experimentando. ¿Es cuando ya sabes lo que quieres con el otro y el otro sabe lo que quiere contigo? No estoy seguro de lo que es la seriedad en una relación. Incluso me suena a aburrimiento.

Muchos usan esto del noviazgo como para marcar su territorio, su propiedad. En cierto sentido funciona. Las prohibiciones de lo ajeno. Ay, gente. Díganme si no es cierto, pero que no lo prohibido siempre es más tentador; es el motor mismo de la tentación. Y quien está sujeto, por más conforme a su celda esté, siempre alimentará la curiosidad de conocer o probar lo que no debe. No habiendo tales ataduras, las cosas se dan naturales, nada se alimenta de, nada crece más allá de. Pero esto sólo funciona con cierto tipo de personas; los que no andamos en busca del amor, o de una gran cogida; vemos a una persona atractiva e interesante y nos acercamos a olfatear su modo de vida, su manera de pensar, sin esperar nada más. Y las cosas se van dando o dejan de darse conforme a las circunstancias, predilecciones, intereses, etcétera.  Lo importante es que tú tienes la posibilidad de reflexionar lo que sientes, lo que sienten los involucrados, y demás, sin las idioteces de sobra de las que un contrato social implícito está hecho.

Estar con alguien es respetarlo.