martes, 27 de julio de 2010

Leche agria

Una lata oxidada con perdigones...
La mecedora crujía bajo el peso de Susana y sus nueve gatos...
Yo decía - no me creo -decía yo.
Afuera los paraguas dislocaban sus brazos... no había lluvia.
Afuera, tormenta negra de arena.
Y llenaba las bocas y las narices y la asfixia acudía.

La hija parte el pan de natas.
Fósiles se resquebrajan en el subsuelo...
La tierra mastica.
Las moscas rondan el cadáver de pez relamido... viseras.
Lejos, gritan mujeres, engaño del viento.

Oran mis padres.
El tumor en la mucama le deja finalmente dormir...
Me duelen las vertebras, rechino los dientes, las miro a ambas.
Cesa...todo... en su silencio.

Las patatas siguen verdes.
Y aún con el polvo avanzamos por el llano.
Suprimí cualquier expresión en el rostro.
El caballo logró mover el carro, quedaba el viejo ímpetu en sus tendones
Y Susana se inclina cediendo triste en mi hombro.

"¿Qué piensas encontrar allá?" preguntaban severos.
Jamas sabre darles una respuesta honesta.
No estoy seguro, como vivir la realidad.
Si hay incertidumbre en mi estomago.
¿Como seguir rumiando un neutro bocado?

Jamas dije a nadie, cuanto me temo, lo mucho que dudo amanezca.

1 comentario:

Manuel Malagüero dijo...

¡Otro bien lanzado vómito! Me quedó, en especial esa última frase: "Jamas dije a nadie, cuanto me temo, lo mucho que dudo amanezca." - Geniaaaal.
Y la foto de estos ¿gypsies? corona la wakara lechosa pero armónicamente. Por último, se percibe algo oculto ahí adentro del texto, tal vez en la carreta de los susodichos.
Saludos!
Drink and fight!!!